Hace pocos años, ya en este tramo de mi vida situado sin duda hacia el final, tuve la idea, en realidad, sentí la necesidad, de convocar a todos aquellos escritores que me habían acompañado, confortado e iluminado a lo largo de mi existencia. Y fueron apareciendo.
Primero, aquellos que desde la infancia me han ido despertando a la realidad del mundo y de las ideas o me han acompañado (coincidido) en momentos especiales de la vida. A ellos dediqué la primera serie – con breves apuntes autobiográficos – a la que puse por título Los libros de mi vida.
Apenas cerrada esta serie, compuesta por semblanzas de 21 escritores, caí en la cuenta de que muchos de los considerados “grandes” habían quedado fuera. Era natural, puesto que se trataba de una selección confesadamente personal y subjetiva. De todos modos, quise enmendar en lo posible el fallo convocando a otros escritores que, aun no habiendo tenido un significado especial en mi vida, contaban con toda mi admiración. Y así redacté 21 semblanzas más de escritores y titulé la serie Los libros de mi vida. Lista B.
Apenas cerrada esta segunda serie caí en la cuenta de que algo muy importante y muy serio había quedado fuera. Me propuse enmendar en lo posible el fallo, pero la cosa ha sido tan reciente que, como se dice, aún no he puesto manos a la obra. Y no quiero hablar de proyectos no materializados. Así, aunque se espera una tercera serie – si hay vida y fuerzas – estas son lo que ahora hay.
Lo que ahora hay en mi blog, que es donde se ha desarrollado la historia que acabo de contar. Pero ocurre que, como hombre de mi generación, prefiero los libros con todos sus atributos físicos. Y …
[Quedo a la espera de un final feliz]