Es verdad que no he leído nada de él. ¡Solo faltaría, que tuviese que leer cosas de autores que no me gustan! Pero no es necesario haber leído algo de un escritor para saber si el tipo te va o no te va. Los vapores que desprenden algunos – sobre todo si son famosos – están en el aire, y pueden ser especialmente tóxicos.
E insisto en esto, que seguro que escandalizará a muchos: no es en absoluto necesario haber leído a un escritor para saber si te gusta o no. Una reseña, una entrevista, cuatro palabras oídas aquí y allá son suficientes para saber si el individuo en cuestión pertenece o no a tu mundo. Y Philip Roth, tan triste, tan amargo, tan lúgubre, no tiene nada que ver con el mío.
Una frase de él mismo que recuerdo: “La vejez es una masacre”. ¡Para darle con todo Cicerón en la cabeza!
Algo que he leído por ahí: las preocupaciones principales de Philip Roth son la identidad judía y la masculinidad del hombre americano ¡Vaya, hombre! ¡Si supieras lo que me preocupan tus preocupaciones, Philipito!
Pero lo que más me molesta del individuo en cuestión – aunque esto no es atribuible a él, sino a críticos y periodistas – es que, cuando se cita el apellido Roth, todo el mundo piense en ese Philip.
Y la verdad es que de Roth, gran escritor, solo hay uno. Se llama – se llamaba – Joseph y había nacido en la Galitzia incluida en el Imperio Austrohúngaro. También era judío, pero no afectado por la manía identitaria. Dejó obras preciosas (La marcha Radetzky, La cripta de los Capuchinos, Job, etc.) en las que queda patente
Cierto que también bebía mucho, pero esto, aparte de perjudicarle solo a él, sirvió para auparle al altar de los santos bebedores, en compañía de san Edgar Allan Poe, san Malcolm Lowry, san Jack Kerouac y otros varios.
Este es el gran escritor Roth, Josep Roth.
No el otro. Tan triste, tan amargo, tan lúgubre.
Gracias, Julio.
Buenos días, Antonio,
Sí, es interesante, aunque te confieso que tampoco yo he leído a ese autor.
Muy de acuerdo con quien te dice, en Comentario, “qué buen blog”.
Saludos
Hay un tercer Roth : Henry Roth. También del mismo pueblo privilegiado en dotes intelectuales…Su novela Llámalo sueño la recuerdo como una maravilla. Comparto contigo el aprecio por Joseph. Creo que Job es el libro que más veces he regalado… Como siempre, un gran placer leerte. Un abrazo. César Garzon.
Enviado desde mi iPad
Sí, claro, también está Henry Roth, del cual no puedo opinar, ya que no le he leído ni una línea. Cosa que no suele ser obstáculo para algunos opinadores, por cierto.
Muy de acuerdo, Antonio: son dos huertas distintas la del Roth preferido y la del Roth ensalzado… Por cierto, qué buen blog.
Regracias.
Hombre, no es que Joseph –también mi Roth bueno– fuera la alegría de la huerta. En todo caso, me gusta más. “La leyenda del santo bebedor” es de esos libros atemporales y perfectamente leíbles en una noche, por ejemplo. Brilla. Un abrazo, y gracias por el recuerdo del otro Roth, o de Roth simplemente. 🙂
Gracias a ti, que sabes compartir lo bueno. Incluso cuando se trata de las cosas de ese loco que a veces escribe aquí. En cuanto a que Joseph no era la alegría de la huerta, de acuerdo. Pero hay dos clases de tristeza, la simplemente seca y amarga, como la del Roth americano, y la poética, como la del austrohúngaro, que ni siquiera es tristeza, sino fuente de catarsis.