TOLSTOY. Arte y conciencia II

Yasnaia

León Tolstoy nació en 1828 en Yasnaya Poliana, cerca de Tula, Rusia, en el seno de una familia de la alta nobleza. A los dieciocho meses perdió a la madre; a los nueve años, al padre, casi coincidiendo con el traslado de la familia a Moscú. Como suele suceder en los ambientes en que sobran los medios, su condición de huérfano en nada afectó a la educación y los cuidados que correspondían a los jóvenes de su clase: una abuela y una tía abuela encargaron de él y de sus hermanos.

En 1844, a los 16 años, entra en la universidad de Kazan para estudiar lenguas orientales, posiblemente pensando en una carrera de diplomático, pero no llegan a interesarle lo suficiente. Pasa luego a estudiar derecho, pero, igualmente decepcionado, se dedica a leer por su cuenta y a iniciarse en la inevitable vida estudiantil de aquella época, y de otras: juego, mujeres, alcohol.

En 1847 deja la universidad y, con vagos deseos de regeneración moral, se retira a la casa familiar de Yasnaya Poliana para ocuparse del campo y de los campesinos. Dura poco. Pronto abandona los buenos propósitos por una vida bastante disoluta entre Tula y Moscú.

Luego quiere probar la senda que sigue su hermano militar Nicolás, y en 1851 marcha al Cáucaso para unirse al ejército, en guerra contra los rebeldes chechenos. El ambiente y la historia servirían de base a una novela que había de escribir muchos años después: Hadji Murat. Pero allá mismo, en medio de las hostilidades, concibe y escribe la que sería su primera obra, que alcanzaría amplia repercusión: Infancia (1852), a la que seguirían, poco después, Adolescencia y Juventud, relatos basados en las propias vivencias, a modo de memorias.

En 1855 participa en el sitio de Sebastopol, durante la guerra de Crimea, mientras no deja de escribir, aprovechando las experiencias. Los Relatos de Sebastopol, junto con Los Cosacos, le proporcionan amplia fama de la que no se abstiene de disfrutar.

En efecto, abandona la vida militar, y en 1856-57 pasa una temporada en San Petersburgo, donde participa en los círculos literarios en calidad de autor famoso, junto con Turgueniev, Goncharov y otros. Hasta que, cansado del ambiente literario, que llega a considerar más falso y vacío que el militar, vuelve a su Yasnaya Poliana, de donde muy pronto parte de viaje para visitar Francia, Suiza y Alemania. En esa época, escribe una serie de relatos, entre los que destaca Dos húsares (1856), que anuncian las preocupaciones éticas que habían de embargarle décadas después.

No abandona su interés por la educación de los niños campesinos y por la pedagogía en general y, para conocer teorías y prácticas educativas, viaja de nuevo esta vez a Inglaterra, Alemania, Italia, Francia y Bélgica, y escribe artículos sobre el tema.

En 1862, a los 34 años de edad, toma una decisión que marcará el resto de su vida. Contrae matrimonio con Sofía Behrs, joven de 18 años de una familia de clase media ilustrada. La diferencia de edad y de experiencias no impide que se establezca entre los dos una relación sincera y fuerte, tan fuerte como los caracteres de uno y otro, que con cierta frecuencia colisionan. Pero, por lo menos, los primeros quince años de convivencia fueron en general pacíficos y fructíferos: ella dio a luz trece hijos (solo ocho llegaron a la edad adulta) y colaboró con él en las tareas intelectuales escribiendo al dictado, copiando y volviendo a copiar los textos corregidos una y otra vez; él dio a luz una de las novelas más sólidas de la literatura universal, Guerra y paz (1869), obra monumental impregnada de la fuerza, la energía, la alegría de que goza el escritor en su período de mayor empuje creativo, y en la que los acontecimientos fluyen de una manera natural aparentemente ajenos a cualquier tipo de esquema preconcebido.

A continuación escribe Ana Karenina, donde se insiste más en lo psicológico y lo ético y se anuncian los íntimos conflictos existenciales del autor. De hecho, la finalización de la obra coincide con su primera gran crisis. Crisis que en cierto modo se cierra cuando halla la paz (relativa) en la fe religiosa – una fe grande y no reglamentada -, proceso del que dejó constancia en Confesión (1882).

La segunda crisis le sobrevino a continuación y se podría concretar en esta reflexión: millones de personas son víctimas de una civilización de cuyos beneficios yo disfruto; esto es un pecado continuo en el que yo incurro con mi lujo. Y se pone a escribir con firmeza contra la Iglesia, contra el estado y contra la propiedad privada, porque el mantenimiento de todo ello requiere el uso de la fuerza sobre las personas. Pero no admite la violencia contraria, sino la resistencia pacífica, la desobediencia activa ante los poderes del mundo. ¿Que debemos hacer? (1886) es la expresión fiel de esta segunda crisis. Pero la obra que mejor resume sus últimas convicciones, religiosas y sociales, y que tanto impresionó a Gandhi, es El Reino de Dios está en vosotros (1894).

¿Y el arte? Ante la magnitud de lo que está en juego, el arte, la literatura, carece de importancia, no es más que un medio de comunicación de los sentimientos humanos, piensa. Y sin embargo, no deja de practicarlo, y de manera tan brillante como en la época más creativa. Entre 1884 y 1889 escribe dos novelas de breve extensión, pero de densidad extraordinaria.

La muerte de Iván Ilich (1886) es el retrato de un hombre que solo vive su papel en la sociedad; profesional concienzudo, falto de ideales o incluso de pensamiento, y que en los últimos momentos, cuando la vida se le escapa entre la indiferencia apenas disimulada de la familia, se da cuenta de que en realidad no ha vivido.

Sonata a Kreutzer (1889), estructurada en forma del relato que cuenta un hombre que ha matado a su esposa, constituye un ataque apasionado, furioso, demoledor, del matrimonio tradicional y, sobre todo, del modo de educación y de los usos sociales que convierten a los varones en bestiales bebedores de alcohol, comedores de carne y depredadores sexuales que no conocen más forma de amor que la posesión y los celos.

Pero esas obras son para él solo entretenimiento. O manera de exponer sus ideas de una forma imaginativa, artística, como Resurrección, última de sus novelas de gran envergadura. Y es que la realidad que importa está ahí delante, en el campo y en las ciudades, en las gentes oprimidas por la codicia de los grandes, siempre amparados por el estado y otros poderes. Él viste ropas de campesino, enseña en las mismas escuelas que ha creado y se dedica a trabajos manuales como el de zapatero. Pero piensa que no es suficiente, que mientras viva al abrigo de su riqueza todo suena a falso, como denuncian sus denostadores. Ha de darlo todo a los pobres.

La familia estalla de preocupación. Sofía ve peligrar su futuro y el de los hijos; los hijos varones se unen a la madre y desconfían del sano juicio del padre. Él se siente agobiado, oprimido. Un amanecer abandona la casa y la familia acompañado del médico amigo. Va en busca de un lugar donde pueda ser libremente él. Muere en el camino. Un domingo de otoño de 1910.
   

(De Los libros de mi vida. Lista B)

2 comentarios

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2 Respuestas a “TOLSTOY. Arte y conciencia II

  1. Me temo que las personas tan absolutamente concienciadas y comprometidas con un ideal, dificilmente pueden coexistir de forma tranquila con la esposa y los hijos.Siempre se acaba generando un conflicto de intereses, la mayoría de las veces de índole económica. En tanto Tolstoi se limita a escribir y a transmitir sus ideas, tiene el apoyo familiar. Cuando intenta llevarlas a la práctica……el papa està boig.
    Que maravilloso y adecuado final, «en el camino». Posiblemente de «haber llegado» tampoco habría encontrado la paz.

    • antoniopriante
      antoniopriante

      Es que no se puede obligar a la familia a seguir tus propios ideales, sobre todo cuando son tan radicales. La decisión que Tolstoy tomó al final debió tomarla veinte años antes. Y de hecho, la tomó, pero fue incapaz de llevarla a la práctica. Existe una carta suya de despedida de 1889, creo, que no llegó a dejar a Sofía. No fue capaz entonces de marcharse.

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