El artista como crítico: Lampedusa ante Stendhal

En uno de los diálogos entre Ego y Alter, incluidos en este Blog, Ego muestra su desagrado por los críticos literarios profesionales y manifiesta su preferencia por los creadores que ocasionalmente ejercen como críticos. Salva dos excepciones (Albert Béguin y Erich Auerbach), además, quizá, de alguna otra que dice no recordar en ese momento, y da algunos nombres de creadores puntualmente críticos que le encanta leer (Thomas Mann, Stefan Zweig, entre otros).

Lampedussa

No hay duda de que Ego no había leído el librito que ha caído en mis manos; de lo contario, lo hubiera puesto en primer lugar. Su título es Stendhal; el autor, Giuseppe Tomasi di Lampedusa; el prologuista y responsable de la versión, Antonio Colinas, publicado en Ediciones Península en 1996.

Tomasi, escritor desconocido en vida, autor de la famosa novela El Gatopardo, se enfrenta a la obra de Stendhal en unas pocas páginas repletas de agudas observaciones y felices descubrimientos. De ello, más que mi comentario o descripción, dará fe una pequeña muestra de citas del librito, según traducción, repito, de Antonio Colinas:

A través de su Julien Sorel, Stendhal se ha expresado a sí mismo tal como realmente era, con sus ambiciosos deseos. En Fabrizio del Dongo, por el contrario, le ha conferido vida real al hombre que hubiera querido ser: al hombre rico, amado, que él no fue.”

Su genio para aligerar, para suprimir las redundancias, para “mantenerse en el tema”, roza lo prodigioso. Un ejemplo es universalmente conocido. Cuando Fabrizio, después de innumerables pruebas e intrigas, logra penetrar en la habitación de Clelia, las consecuencias de esta victoria son expresadas en cinco palabras: “Aucune résistance ne fut opposée.” Milagrosa sobriedad que alcanza el más elevado efecto artístico. Pensad en los innumerables adjetivos que hubiera puesto en movimiento HugoPero hay muchos más: Stendhal ha conseguido resumir una noche de amor en un punto y coma”.

El diálogo de los personajes en Le Rouge et le Noir está empleado con una técnica tan refinada que puede pasar inadvertida a primera vista. Ha desaparecido el defecto de tantos novelistas (entre estos se encuentran algunos de los más notables) de revelar el espíritu de las personas a través de lo que éstas dicen. Esta especie de revelación verbal se halla, de hecho, casi ausente de la vida real. El carácter de la gente lo comprendemos, en la mayor parte de los casos, a través de sus actos, de sus miradas, de sus balbuceos, del nerviosismo de sus dedos, de sus silencios y de su espontánea locuacidad, del color de sus mejillas, del ritmo de su paso: casi nunca a través de sus alocuciones, que son siempre púdicas y descaradas máscaras de su interioridad. Esto lo ha comprendido Stendhal a la perfección: de él no poseemos ningún fragmento de diálogo famoso.”

De bribones como Julien, los hay a millares en la vida y a decenas en el arte. Pero él es uno de los poquísimos que ha sido descrito con una técnica tal que convierte en luminosa para el lector toda su (por lo demás banal) maldad.”

Debo decir que, aun sabiendo, aun dándome cuenta de que el relato de la Chartreuse está plagado de horribles intrigas, de continuos temores, de personajes siniestros…aunque mi intelecto está en conocimiento de todas estas razones, cuando leo la Chartreuse las olvido completamente y me siento afectado solamente por una incomparable placidez, que trae consigo serenidad y calma.”

A propósito de esta última cita, recuerdo que hace ya años, sin conocimiento de esta opinión de Tomasi, Ego afirma en uno de sus Diálogos:

Una obra de arte siempre tiene efectos beneficiosos, y cuando digo siempre quiero decir siempre, y cuando digo obra de arte quiero decir obra de arte. No importa que el asunto sea triste, terrible o “negativo”; el efecto siempre será enriquecedor, ennoblecedor. Aún hoy no me explico la honda y agradable impresión que me produjo la lectura de La Cartuja de Parma, novela más bien melancólica y de final infeliz.”

La Chartreuse es el más puro milagro del sentimiento y del estilo.

Con esta frase cierra Tomasi su brevísimo comentario sobre la novela de Stendhal, del que he ofrecido unas pocas muestras.

No hay duda de que algo tienen en común el escritor francés de hace dos siglos y el italiano de hace escasamente uno.

En su prólogo al librito de Tomasi, Antonio Colinas escribe:

Stendhal y Lampedusa pertenecen a esa raza de escritores, fidelísimos a su propia voz, casi secretos en su tiempo…; escritores que van a contracorriente porque al expresar en soledad cuanto sus ánimos sienten no están “a tono” con sus coetáneos, con la literatura que se hace en su tiempo. Ellos viven intensamente, hacen Arte y lo expresan, pero no saben (o no quieren saber) que el gusto literario se guía a su alrededor por criterios de moda, por directrices impuestas.

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