Nos ha llegado con el título de Satiricón, sobre cuyo significado hay diversas teorías. Pero este pequeño problema, junto con los antes aludidos sobre la identidad del autor y la época de composición, no son nada comparados con el que el que en realidad más puede perturbar al lector. Y es que la obra no está completa. Solo se han conservado
La acción – de lo que se conserva – se inicia en una “ciudad griega” del sur de Italia, quizá Nápoles. Encolpio, joven por lo que se ve instruido y, por lo que enseguida se verá, loco por su amante pero víctima de un maleficio divino que está anulando su virilidad, discute acaloradamente de literatura y educación con el profesor de retórica Agamenón, cuando de pronto comprueba que su amigo Ascilto ha desaparecido, sin duda con su amadísimo joven Gitón. Loco de celos, va en busca de los dos.
Después de unas escenas de encuentro, celos, disputas y reconciliación, vemos a los tres en el mercado donde, tras recuperar una
Estando en los baños, son invitados a la cena que ofrece Trimalción en su mansión de liberto rico, grotescamente decorada con recargados adornos, en compañía de numerosos invitados, también libertos y nuevos ricos como el anfitrión. Empiezan a aparecer platos con los manjares más diversos, disfrazados de las más curiosas maneras; se reparten regalos valiosos; hay una pantomima en la que se cazan los animales que se han de comer; del techo caen sofisticados
En la confusión los tres amigos (Encolpio, Ascilto y Gitón) se escapan, y enseguida vuelven a los celos y las disputas. Encolpio se va solo, y conoce a un nuevo e interesante personaje, Eumolpo, quien, tras un vehemente discurso sobre la actual situación de las artes, le recita su poema sobre la destrucción de Troya, lo que le vale una lluvia de piedras de los presentes. Reaparece Gitón, y de nuevo las escenas de celos. Finalmente, los tres se embarcan en un nave que…
Y así se van encadenando las fases de una historia, que la condición fragmentaria del texto priva de algo parecido a un final.
La mayoría de los eruditos sitúan la composición de la obra en los años 60 del siglo I, bajo Nerón. Y el relato ofrece, en efecto, un cuadro totalmente fresco y desinhibido de ciertos sectores de la sociedad de la época. La originalidad – sobre todo teniendo en cuenta la época – es absoluta, aunque beba a veces de las fuentes de la antigua narrativa helenística. Para empezar, constituye la primera obra que puede calificarse de “novela” de acuerdo con los criterios modernos. También la primera que se puede encuadrar en el género picaresco, en cuanto relato realista y satírico de las aventuras de un joven desclasado (está narrado en primera persona por el protagonista Encolpio), de mirada irónica y algo distanciada.
Las virtudes de la obra son varias y de distinta naturaleza: la lengua en que en que está escrita es un latín perfecto en las palabras del narrador (joven culto) y llena de
[De Los libros de mi vida. Lista B] [Ver Conversaciones con Petronio]
Fascinante, sin duda. A mí, personalmente, leer textos tan antiguos me produce una extraña (o no) sensación de vértigo. Cómo esos autores tan vivos entonces escribieron sobre su realidad, su mundo, que para ellos era lo único que existía, y ahora no son recordados por relativamente casi nadie y lo serán todavía menos a medida que pase el tiempo. Tengo la sensación, cuando me asomo a sus páginas, de estar mirando una estrella a años luz de nosotros, que ya está muerta y sin embargo vemos su luz. Algo así. Por eso leo muy poco estos clásicos (y quizá debería hacerlo).
Pero la virtud principal de los clásicos es que, si te acercas a ellos, enseguida notas que están vivos, cosa que no ocurre con casi todos los otros, es decir, con los efímeros. Claro que, si no te acercas…