A veces veo fantasmas

A veces veo fantasmas. Ayer mismo, en mi paseo vespertino encontré uno. Cuando pasé por su lado me detuvo. Me costó un poco reconocerlo. Tenía la cara pálida, demacrada, empujaba un carrito de compra. Pero sí, era él, un conocido economista con el que había tenido relaciones profesionales y hasta cierta amistad. Pero no, no era él. Era un fantasma.

Con frecuencia sufro este tipo de encuentros. Sin ir más viejo1lejos – de hecho, muy cerca de casa -, hace unos días di con otro. Era alto, encorvado y desgarbado; la cara, blanca como el papel blanco, surcada de profundas arrugas; tiraba de él un perrito minúsculo, que le hacía ir de un extremo a otro de la amplia acera. Creo que sí, que era él, un activista político de la extrema izquierda de los años sesenta y de la derecha acomodaticia de los setenta. Lo recordaba bien de los tiempos de estudiantes. Pero no, no era él. Era un fantasma.

Algunos son irreconocibles, otros conservan trazas visibles de la antigua fuerza vital. Lo malo es la memoria. Suelen repetir una y otra vez la misma anécdota de cuando vivían, pero no recuerdan dónde han puesto las llaves.

No hay manera de escapar de ellos. Y cansa. Y asusta. Tanto que, ya en casa, evito los espejos.

Tengo setenta y seis años y a veces veo fantasmas.

5 comentarios

Archivado bajo A veces estoy loco, De senectute

5 Respuestas a “A veces veo fantasmas

  1. He hecho otra lectura de la misma entrada… y coincido contigo: a partir de los 70 aparecen algunos fantasmas; a veces tremendamente reales. Uno se pregunta si será verdad la teoría del doble (aquello de que toda persona tiene su doble en alguna parte del mundo), pero luego me doy cuenta que no puede ser porque el fantasma en cuestión no ha envejecido como yo. Por suerte no es un fenómeno habitual. Y digo «por suerte» porque la experiencia me da un poco de taquicardia.

  2. Tengas la edad que tengas, en tanto sepas reconocer los fantasmas que te rodean y puedas escribir sobre ellos y asustarte por la posibilidad de ser uno de ellos, ten por seguro que no lo eres. Quizá en algún momento, si antes no se nos lleva alguna cruel y al tiempo compasiva enfermedad, todos acabaremos convirtiéndonos en el espectro de lo que fuimos, pero ahora, en este dia y leyendo este blog tuyo, te aseguro que tú no eres ningún fantasma
    Claro que, a lo mejor soy yo misma quien escribe estas lineas desde este submundo de la conciencia, a veces irreconocible por uno mismo, pero es algo que en este momento tampoco estoy dispuesta a admitir.
    Que no Antonio, que tu eres «una mente maravillosa»

    • antoniopriante
      antoniopriante

      Tenías que ser tú, Eugenia, quien diese con el sentido, por lo visto poco claro, que quise dar a mi escrito. De todos modos, no estaba en mi intención referirme despectiva o peyorativamente a mis fantasmas, sino que pensaba en el efecto estético (antiestético) de encontrarme con alguien a quien había conocido joven; como conmigo mismo en el espejo. Imagínate el asunto desde otra perspectiva, imagina que tienes veinte años y que un amigo de la misma edad se te aparece de pronto como un anciano de setenta. ¿No lo verías como un fantasma, como una sombra, un espectro de la persona que conocías? Pues de eso va la cosa… Ah, y gracias por el piropo.

  3. Tengo la impresión que esos «fantasmas» tienen poca sustancia… pero mucho dinero en el banco. Son los «golpes» de suerte, que le dicen.

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