Religión, dioses, mente divina I (sabiduría clásica IV)

diosesEs sabido que los romanos eran gente más seria que los griegos. En la religión tenemos un ejemplo. En la antigua Grecia, los dioses formaban un alegre batiburrillo que poco o nada tenía que ver con el destino del individuo o del pueblo, aunque a veces se utilizaba como espantajo desde una posición conservadora, como en el caso de Sócrates.

Pero ya desde muy antiguo, para los griegos los dioses fueron sobre todo figuras poéticas que embellecían la vida y, de paso, aportaban explicaciones variopintas de los fenómenos de la naturaleza. Y, por supuesto, nada tenían que ver con un credo ordenancista ni con la moral, y poco con la trascendencia. 

Entre los romanos la cosa fue muy distinta desde el principio. Los dioses eran personajes imponentes que aseguraban el bienestar del pueblo y la persistencia y expansión del Estado, siempre que se les tratase debidamente. Los ritos religiosos estaban a cargo del poder público. Pero no existía propiamente una casta sacerdotal, sino que su dirección y custodia constituían una faceta más de la actividad política, de manera que las mismas personas que podían ejercer de cónsules o pretores podían ser, al mismo tiempo o en otro momento, pontífices, augures, etc

Los rituales eran muy rigurosos. El más pequeño error invalidaba la ceremonia o podía desencadenar grandes desgracias. Y siempre se consideró, oficialmente, que el destino de Roma dependía de la buena relación con los viejos dioses.

Pero, ¿creían los romanos en sus dioses? Depende. Porque había a estos efectos dos clases de romanos. Los incultos, analfabetos, campesinos, soldados…o sea, la mayoría, por un lado, y la clase acomodada, plebeyos o patricios, leídos y más o menos cultos, por otro.

Los primeros creían por lo general en los dioses con la misma fe supersticiosa que creían en miles de otras cosas. En cuanto al segundo grupo, el de los cultos, es difícil encontrar pronunciamientos claros y decididos.

Por lo general predomina un respetuoso consenso sobre la cuestión, con algunas excepciones, como la de Julio César, ateo declarado. Lo que no impedía que en ocasiones, en el pequeño mundo del pensamiento filosófico, se considerase la cuestión con una actitud no sé si llamarla cínica o hipócrita. En su obra Sobre la naturaleza de los dioses, Cicerón pone en boca de uno de los dialogantes estas palabras:

¿Existen los dioses o no existen? Es difícil negar su existencia. Pienso que sería así si la pregunta tuviese que plantearse en una asamblea pública, pero en una conversación privada y en una compañía como ésta es sumamente fácil. Así, pues, yo, que soy pontífice, que considero un deber sagrado defender los ritos y las doctrinas de la religión establecida desearía muy de veras estar convencido de este dogma fundamental de la existencia divina, no como un artículo meramente de fe sino como un hecho comprobado o verificado. Pues pasan por mi mente muchas ocurrencias perturbadoras, que a veces me hacen pensar que no existen dioses en absoluto. (Sobre la naturaleza de los dioses, I, 61; trad. Francisco de P. Samaranch).

En su obra Sobre la adivinación el mismo Cicerón habla por su cuenta así:

Nosotros los augures no somos tales que predigamos el futuro por medio de la observación de las aves o de los demás signos […] Pero tanto por la consideración a la opinión del vulgo, como por las grandes utilidades de la república, se conservan las prácticas, los ritos, las reglas, el derecho de los augures, la autoridad de su colegio. (Sobre la adivinación, II, XXXIII, 70; trad. Julio Pimentel Álvarez).

La misma idea, con mayor concisión y claridad, la expresa el poeta Ovidio:

Es útil la existencia de los dioses y, como que es útil, hemos de creer que existen (Arte de amar, 635; trad. José-Ignacio Ciruelo).

Es bien sabido que los romanos eran gente muy práctica. (continúa)

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2 Respuestas a “Religión, dioses, mente divina I (sabiduría clásica IV)

  1. Cada vez que leo transcripciones del pensamiento de los filósofos antiguos, en este caso Cicerón y Ovidio, hace poco Séneca, no parece que hayan transcurrido 2000 años de cultura y conocimiento. Permanece la necesidad de conocer pero prima la utilidad de las respuestas. Y ante la falta de ellas, las religiones llenando este inmenso hueco. Ahí no hace falta formular hipótesis, experimentar, comprobar, extraer conclusiones, verificar, extrapolar, nada que recuerde mínimamente el pensamiento racional. Simplemente creer, tener fé, arrepentirnos de nuestras pequeñas desviaciones y ya nos podremos instalar cómodamente en una celestial vida eterna.
    Si, creo que las religiones cumplen importantes cometidos: ofrecen certezas frente las permanentes inquietudes. Son el refugio y la alternativa al dolor y la incomprensión por cada suceso traumático en nuestras vidas. Presentan una claridad moral sin ambigüedades, lo bueno y lo malo y, en consecuencia, códigos de conducta en concordancia con estos valores. Otorgan seguridad a sus miembros en el ejercicio de rituales comunes al grupo, etc. En fin, que, aunque lo lamente, no se me ocurre, en principio, (continuará), nada más falso, y al mismo tiempo más útil.y necesario, con claras excepciones por supuesto.,

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