Ricardo Piglia y los cambios extremos

pigliaRompiendo una costumbre mía absurda e injustificable me he puesto a leer a un escritor actual. No es que haya decidido pasarme a la actualidad rabiosa, Dios me libre, sino que pienso que quizá sean convenientes estas breves y muy espaciadas incursiones en la literatura del presente. La última fue hace unos tres años con Vila-Matas. Y no me arrepiento en absoluto. De todo se aprende.

Ahora se trata de Ricado Piglia, un escritor argentino, de mi edad, que ha alcanzado tal fama que se le considera uno de los mejores escritores en lengua castellana de nuestros tiempos (no sé si él utiliza “castellana” o “española”, es tema que tiene mucho jugo y tal vez un día me dedique a exprimirlo).

Leo Los diarios de Emilio Renzi, diario fingido de un señor, que viene a ser el mismo Piglia, y lo primero que me sorprende es la similitud conmigo en el tema de las primeras lecturas e intereses. Habla incluso de Corazón, de Edmondo De Amicis, y se refiere a los libros de su vida como yo a los libros de mi vida en este mismo blog. Cosa generacional, supongo.

Otro detalle que me ha llamado la atención es su consideración de los cambios de opinión (de chaqueta en algunos casos) de algunos compañeros de su juventud. Es algo sobre lo que yo he reflexionado en ocasiones para mí mismo: la extraña mutación que a veces se produce en individuos de la extrema izquierda que se ven lanzados a la más extrema derecha. Y cuanto más extremo es el punto de partida, más extremo es el de destino, en el otro lado, se entiende. He conocido algunos casos. Personalmente, virtualmente y por la prensa.

Uno de los más famosos fue el de cierto escritor y profesor universitario español, cuyo nombre ha sonado especialmente estos días con ocasión de la presentación de una novela suya, que pasó del izquierdismo revolucionario más extremo a lo más extremo del derechismo español, que ya es pasarse. ¿Cómo se explica?

Un ex compañero suyo, el activista italiano Toni Negri, se lo explica de la manera más cómoda: se ha vuelto loco. Pero yo creo que es más aguda y realista la razón que da Piglia a propósito de sus antiguos compañeros (no sé si tan extremosos como el aludido):

Mis viejos amigos, en cambio, a medida que envejecen aspiran a ser lo que antes odiaban, todo lo que detestaban ahora lo admiran, ya que no pudimos cambiar nada, piensan, cambiemos de parecer…

3 comentarios

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3 Respuestas a “Ricardo Piglia y los cambios extremos

  1. En psicología hay un término «los principios nucleares» que como su título indica, están referidos a los fundamentos primeros, a aquellas bases inquebrantables de la personalidad sobre la que se van posando a lo largo de la vida, capas de experiencia, de situaciones vividas, de logros, de fracasos, de cambios en todos los órdenes. Y pese a todo, esos principios sigue ahí, en el núcleo mismo de nuestra alma.
    Es un buen ejercicio para quien no ahonda demasiado en si mismo, empezar a desbrozar y analizar la trayectoria ideológica propia. Enseguida nos damos cuenta que casi todo es relativo y modificable y que somos producto de nuestra circunstancia, (Grouxo lo explicó muy bien: «Y esos son mis principios….y si no le gustan……tengo otros.» Pero, hay algo, un sentimiento íntimo que sabemos que no podríamos traicionar. Es nuestra propia esencia, allí donde no penetran las influencias ajenas ni las circunstancias cambiantes. Y sin embargo, esos principios no son necesariamente los más ejemplares, los más beneficiosos, los más éticos o los más prácticos, son simplemente los que sustentan el resto, los que se forjaron no sabemos cuando ni cómo, quizá por herencia, quizá por nuestros primeros escarceos con mamá, quien sabe.
    Seguramente estos individuos «extremistas» que tu mencionas son más que nadie, absolutamente fieles a si mismos y a su nuclear necesidad de continuar siendo personas «públicas» sea cual sea el bando o el lugar que ocupen.

  2. Saramago sostuvo que era hormonalmente marxista, JM Keynes, argumentó que cuando cambian los hechos él cambiaba sus ideas…y los que pasan de un extremo a otro, por joder, están acostumbrados a servir de escupidera….

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