Límites II

Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa.

Todo lo que llega a existir tiene una causa.

He aquí dos formulaciones muy claras del llamado principio de causalidad.

El principio de causalidad es lo que permite a la razón humana trazarse un mapa comprensible y coherente del mundo. Si la mente no operase bajo este principio, la realidad se nos presentaría como una masa informe de cosas y hechos inconexos e incomprensibles.causalidad

Y el caso es que la mente no puede no operar bajo ese principio, como si se tratase de algo que se pudiera tomar o dejar a capricho. Porque resulta que el principio de causalidad es parte integrante, inextricable, de nuestro pensar. Es una “forma pura de nuestra sensibilidad”, es decir, uno de los instrumentos consustanciales de la mente para representarse los objetos, la realidad exterior; los otros son, el tiempo y el espacio.

Y, como en los casos del tiempo y el espacio, el límite de la comprensión de la causalidad se presenta precisamente cuando pensamos en el límite de su funcionamiento. Me explico. Tenemos la certeza de que todo objeto, todo hecho ha tenido su causa: lo que lo ha producido o ha determinado su aparición. Pero, si vamos retrocediendo sin cesar de los efectos a las causas, llegará un momento en que nos diremos: pero esto ¿no se acaba nunca? ¿Se trata de un proceso infinito? ¿Pero qué significa infinito? No hay en el mundo empírico ningún ejemplo de infinitud.

Y entonces, para sacarnos del callejón sin salida, a alguien se le ocurrió que, al principio, debía de haber una causa primera, una causa incausada, que habría sido el origen remoto de todo.

Bueno, esto es algo que puede funcionar para sustentar una religión. Pero es evidente que nuestro aparato razonador no lo admite de ningún modo. Porque para él todo ha de tener una causa, sin excepciones.

Así que lo que está claro es que nuestro aparato razonador no sabe qué hacer con los límites. Parece como si solo sirviese para operar, no para comprender las razones últimas de sus operaciones. Y así es.

Conclusión: que los límites últimos que se presentan a la razón humana son infranqueables.

Ahora.

Pero, ¿y mañana?

¿Mañana? Reconozco que hay una posibilidad. Y es que, dado que el ser humano ha tomado ya las riendas del proceso de la evolución, llegue el día en que pueda y sepa modificar adecuadamente el cerebro, de modo que se amplíe y reconfigure sustancialmente el aparato razonador. Solo en este caso, los límites desaparecerían… o se desplazarían, creo.

3 comentarios

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3 Respuestas a “Límites II

  1. De momento, aún con las limitaciones de los límites últimos y antes de llegar a ese estado evolutivo que todavía no alcanzo a imaginar, nos va muy bien con el principio causa-efecto para organizar y dar coherencia a cualquier tipo de conocimiento. No en vano la pregunta favorita de los niños de 4 o 5 años es ¿y porqué?, ¿y porqué? y así sucesivamente. Desgraciadamente cuando llegan a los 9/10 años parece que ya han perdido este lógico razonamiento y se dedican a aprender o memorizar cosas inconexas. Así les va. Ese es el fruto de los planes educativos o de la mala gestión del profesorado, no se, pero lo que si se con certeza es que ningún razonamiento tiene sentido en si mismo sino es dentro de una telaraña de conexiones neurales como tu muy bien has explicado.

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