Larra, un día como hoy hace 178 años

larra caraPEDRO: Las señoras están aquí.

LARRA: (se levanta y se queda de pie en medio de la escena) Pasa, Dolores. (entra Dolores seguida de su acompañante, a quien Larra corta el paso). No, usted, no. Haga el favor de esperar ahí.

M.MANUELA: Señor, he venido a acompañarla.

LARRA: Muy bien, señora, pues ya la ha acompañado, ya ha cumplido usted, ahora haga el favor de esperar ahí fuera, en la salita.

DOLORES: Mariano, por favor, qué más da.

LARRA: Sí que da.

M.MANUELA: ¿Qué hago, Dolores?

DOLORES: Espera ahí fuera, no te preocupes.

M.MANUELA: Como quieras. Dejo la puerta un poco abierta.

Sale, dejando la puerta entornada. Larra se acerca, la cierra de un golpe y pasa el pestillo.

LARRA: Mal principio. Siéntate, Dolores.

DOLORES: No voy a estar mucho rato.

LARRA: (violento) ¡Siéntate, he dicho! (Dolores, por un momento asustada, se sienta en una de las sillas que hay junto al velador, en la otra se sienta Larra, que ahora habla en tono humilde y tierno) Perdona, amor mío, estoy nervioso, muy nervioso, y debería estar feliz, es como un milagro, que hayas venido aquí, a mi casa, no puedo creerlo, y después de lo de anoche, es increíble, increíble.

DOLORES: Anoche…precisamente quería que me disculpases por lo de anoche…aunque has de reconocer que no estuviste nada oportuno.

LARRA: ¿Disculparte? ¿oportuno? ¿De qué estamos hablando, amor mío? Has venido, has venido y yo te quiero, ¿qué importa lo demás? ¿Me quieres tú?

DOLORES: He venido porque pienso que hay que acabar de una vez con esta situación.

LARRA: Eso mismo pienso yo.

DOLORES: Hay que dejar las cosas claras.

LARRA: Eso creo yo. Pero no me has contestado. ¿Me quieres, Dolores?

DOLORES: Mariano, escúchame bien, escúchame bien lo que voy a decirte: no nos veremos más, nunca más, ¿lo entiendes? nunca más.

LARRA: Espera, espera, habla despacio, más despacio, repite lo que acabas de decir.

DOLORES: He dicho que no nos veremos nunca más…

LARRA: No, creo que no oigo bien, o que no entiendo, porque si fuese verdad lo que por un momento me ha parecido oír…

DOLORES: Mariano, por favor, ¿no puedes aceptar la realidad?

LARRA: ¿La realidad?

DOLORES: La realidad de que lo nuestro se acabó.

LARRA: ¿Se acabó? ¿Qué es eso nuestro que se acabó? Habla más claro, amor.

DOLORES: Por favor, no lo pongas más difícil todavía. Ha sido todo tan duro desde el principio…los dos, casados; los disimulos, las mentiras, las murmuraciones, los sobresaltos, el escándalo…

LARRA: Te recuerdo, mi amor, que hace pocos meses no había sobresaltos, ni apenas mentiras, y nadie se preocupaba del escándalo. Sólo pensábamos en amarnos.

DOLORES: Hablas por ti, sólo por ti, porque no tienes idea de lo que yo he pasado. Mariano, yo no puedo seguir viviendo así.

LARRA: Así, ¿cómo?

DOLORES: Fingiendo, engañando, no pudiendo ser quien de verdad soy, siendo la comidilla de todos, y sin dignidad, sin ninguna dignidad, hasta el nombre me han quitado. Tú tienes un nombre. Yo no, yo sólo soy «la querida de Larra».

LARRA: Reconozco que es horrible, y además de pésimo gusto. ¿A quién se le ocurre ser «la querida de Larra» pudiendo ser «la señora de Cambronero»?

DOLORES: Esa amargura no te hace ningún bien. Tendrías que aceptar las cosas como son. Nos guste o no, soy la señora de Cambronero.

LARRA: Un título muy honorable, no lo niego. Pero yo no hablaba de títulos ni de honorabilidades; hablaba de sentimientos, y te preguntaba ¿me quieres? ¿me quieres todavía? No me has contestado.

DOLORES: Ya he dicho lo que tenía que decir. No me atormentes ni te atormentes más. Lo nuestro ha terminado, ¿lo entiendes? terminado.

LARRA: No, no lo entiendo. ¿Puede el sol terminar? ¿puede el cielo terminar? ¿puede la savia que alimenta a los árboles terminar? ¿puede la naturaleza entera, la vida entera terminar? No, no lo entiendo.

DOLORES: Pues lo siento, lo siento mucho. Mira, si he venido aquí ha sido porque anoche me dejaste muy preocupada. Me pareció que era mi deber tratar de que comprendieras la situación y de que la aceptaras. Por eso estoy aquí. Pero veo que ha sido inútil. Mariano, tú no estás bien.

LARRA: De ti depende, Dolores, sólo de ti depende que esté bien o que esté muy mal.

DOLORES: ¡No, no, de ninguna manera! No puedes cargar sobre mí ese peso. Yo no soy responsable de lo que pueda pasar por tu cabeza.

LARRA: ¿No? ¿No eres responsable? Todos somos responsables de nuestros actos, amor, y de nuestras palabras. ¿Cuántas veces has dicho que me amas? ¿En cuántas ocasiones me has jurado amor eterno? Y yo me lo creía, ¿sabes? soy tan ingenuo que me lo creía, y no veo por qué ahora he de dejar de creerlo. ¿Mentías entonces? ¿o mientes ahora? Me gustaría saberlo, amor, cuándo dices la verdad, cuándo dices la mentira.

DOLORES: Ni mentía entonces, ni miento ahora. Y si no entiendes esto, es inútil que me esfuerce. Quería despedirme de ti intentando borrar todo lo que hay en tu corazón de amargura, de odio, de rencor hacia mí. Pero no ha sido posible. Lo siento.

LARRA: ¿Te vas? ¿Me dejas…para siempre? ¿para siempre?

DOLORES: No debía haber venido.

LARRA: Oyeme una cosa. Si de ti dependiera que moviendo un dedo, un solo dedo de tu mano me salvase yo del abismo, ¿lo harías? ¿lo moverías?…No, no lo harías, de hecho, es ésta la situación…Sólo te pido una cosa, Dolores, que no te vayas a Filipinas, nada más, no te pediré nada más, te lo juro.

DOLORES: ¿Quién te ha dicho que me voy a Filipinas?

LARRA: Tus ojos me lo dicen, que huyen de los míos; tu voz, áspera y decidida, como de quien cumple un deber o transmite una orden; tu pose, afectada y distante, como de señora esposa del señor Secretario…

DOLORES: Sí, ¿y qué? Es mi vida, puedo disponer de ella como me plazca. Tengo ganas de vivir tranquila, no sé si lo puedes entender, sin miedos, sin sobresaltos, sin tapujos…ya he pasado bastante…

LARRA: Bien, ya lo entiendo, tú eres capaz de marchar y dejarme; eres capaz de renegar de tu amor y de vender tu cuerpo por un poco de tranquilidad y unas cuantas joyas exóticas…(alza la voz) ¡como las rameras, igual que las rameras!

DOLORES: (se levanta, indignada) No voy a permitir que me insultes.

LARRA: (también se levanta, cada vez habla más exaltado) Tú eres capaz de dejarme, pero ¿y yo? ¿Sabes de lo que yo soy capaz?

DOLORES: No, no lo sé. Pero sea lo que sea, no vale la pena.

LARRA (con violencia y alzando aún más la voz) ¿Sabes de lo que yo soy capaz?

Tras el cristal traslúcido de la puerta se ha visto durante toda la escena la sombra de Maria Manuela, que ahora golpea la puerta con los nudillos

VOZ DE M.MANUELA: ¿Qué pasa, Dolores? ¿Me necesitas? ¿Pido ayuda?

DOLORES: ¿De matarme? ¿De matarme, quieres decir? No me asustas, Mariano.

LARRA: De matarte, sí de matarte. Pero no te preocupes, no lo haré. No cometeré ese error. Ante el mundo tú serías la víctima, y sabes muy bien que no es el papel que te corresponde en esta historia. No te preocupes, si he de matar a alguien, no será a ti, puedes estar tranquila.

DOLORES: Me alegra saberlo.

LARRA: No me olvidarás fácilmente, Dolores. Siempre te acordarás de mí, te lo juro.

DOLORES: Supongo que no tendrás ningún inconveniente en devolverme las cartas.

LARRA: ¿Las cartas?

DOLORES: Sí, las cartas, todas las cartas que te he escrito, incluidos los billetes, todo.

LARRA: ¿Hasta eso me arrebatas? Sin tus cartas, sin tus palabras de amor escritas por tu propia mano, ¿cómo podré saber que todo esto no ha sido un sueño? ¿cómo podré convencerme de que no estoy loco?

DOLORES: No es asunto mío. Dámelas.

LARRA: ¿Y si no te las doy?

DOLORES: No me iré de aquí hasta que no me las devuelvas.

LARRA: Perfecto, quédate conmigo, para siempre.

DOLORES: Estás loco, Mariano, estás completamente loco. No he venido aquí para irme sin mis cartas.

LARRA: ¿Qué has dicho, Dolores? ¿qué es eso que acabas de decir? «No he venido aquí para irme sin mis cartas» ¡Qué estúpido! Ahora lo entiendo, ahora lo comprendo todo. Tú no has venido aquí porque me quieras, no, eso ya lo he entendido, y también he entendido que nunca me has amado. Pero tampoco has venido porque estuvieras preocupada por mí. No, ni siquiera por compasión, ni siquiera por ese pobre sentimiento que no negamos a los animales. ¡Has venido por tus cartas! ¡Pérfida, traidora! Ojalá ya estuviese muerto, ojalá me hubiese ahorrado esta cruel estocada final.

Larra va hacia el mueble-escritorio, abre un cajón y saca un paquetito de cartas atadas con una cinta. Las echa con rabia sobre el escritorio, en medio de las hojas escritas.

LARRA: Tómalas.

Dolores se acerca al escritorio, coge el paquete y mira las hojas escritas.

DOLORES: ¿Y esto?

LARRA: Son cartas a un amigo.

DOLORES: ¿Hablan de mí?… Dámelas.

LARRA: Tómalas

Dolores recoge las hojas escritas, las guarda con sus cartas y, sin mirar a Larra, va hacia la puerta, descorre el pestillo y sale.

LARRA (con voz estentórea) ¡Pedro, acompaña a las señoras!

Tras la cristalera se ve las siluetas de las mujeres, que esperan, y la de Pedro que aparece en seguida y enciende el candil. Los tres descienden las escaleras, Pedro el primero, con el candil…

En el despacho, Larra está de pie junto al mueble escritorio, con la cabeza apoyada en la pared. De pronto, da una patada contra el mueble, y otra y otra; luego se golpea la cabeza contra la pared, con fuerza, varias veces; coge el estuche amarillo de encima del mueble, lo abre, saca una pistola, apoya el cañón en la mejilla derecha y dispara…

En el momento en que Pedro abre el portal, se oye un fuerte ruido, confuso, por ir acompañado del que produce la caída como de vidrios…

M.MANUELA : ¡Jesús, qué ha sido eso!

PEDRO: EL señor, seguro, que a veces tiene un humor de perros, pero ustedes no se preocupen. Las acompaño hasta Santiago.

DOLORES: No, vuélvase usted, Pedro, puede necesitarle…

Las mujeres se van. Pedro sube las escaleras, entra en la casa y pasa ante la puerta del despacho sin mirar. Larra está tendido en el suelo; el velador, caído sobre su cuerpo, el servicio de café por el suelo; hay una ventana con el cristal roto. Adelita empuja la puerta, que ha quedado ajustada, entra y mira.

ADELITA: ¡Papá! ¡Papá!… ¡Papá está debajo de la mesa! ¡Papá está debajo de la mesa!

Adelita sale corriendo, mientras cae rápidamente el

TELÓN

(De  El corzo herido de muerte)

7 comentarios

Archivado bajo Opus meum

7 Respuestas a “Larra, un día como hoy hace 178 años

  1. Hola. Hace casi dos años de tu entrada en el blog sobre Larra. Pones que en el 13 de febrero de 2015 se cumplen 179 años de su muerte.
    Eran, en 2015, 178. Su muerte fue en 1837. Ahora, el próximo lunes 13 de febrero de 2017, se cumplirán 180 años de la muerte de Mariano José de Larra y Sánchez de Castro.
    Muy interesante tu versión de los hechos. Si no fue así, debió ser muy parecido. Suerte.

  2. ¿Porqué se suicida alguien?: Por amor no correspondido? Por castigar al otro? Por vanidad herida?, Por un futuro sin esperanza?, Por un impulso incontrolado? Por intolerancia a la frustración?, Por moda? Por creerse el propio papel hasta las últimas consecuencias? Por ingenuidad? Por todo ello a la vez?…. Hay tantos porqués…… No lo sé. Tal como yo lo entiendo, y se que muchos no compartiran esta opinión, para mí es la decisión más trascendente, el ejercicio de libertad supremo, el acto más racional y el más valiente, el más meditado y el más altruista para con uno mismo y por supuesto para con los demás, ya que si la vida nos parece apetecible, nadie quiere dejar de vivir y si se nos convierte en insoportable, para que sufrir y amargar a los que nos rodean. Sea como sea, debería ser el acto humano más digno de respeto.
    Este fragmento, ¿forma parte de una obra tuya o es un pequeño homenaje a Larra?

  3. Me encanta. Todo debió de ocurrir así.

Responder a antonioprianteCancelar respuesta