Los libros de mi vida, segundo paréntesis

de amicisSí, el segundo. Porque el primero, aunque no se decía expresamente, era el que introduje a propósito de la decisión de incluir a Marx en la lista.

Ocurre que en esto del escribir, como en todo en la vida, uno hace su plan y luego, al aplicarlo, se encuentra con una serie de incidencias impensadas que le obligan a variarlo en plena ejecución y hasta a justificar el porqué de las variaciones.

En el primer paréntesis, se trataba de la modificación de la lista de escritores establecida para añadir uno que sin duda debía estar y que yo no había tenido en cuenta. En este segundo, la cosa es más difícil de explicar. Procuraré hacerlo.

En mi declaración de intenciones anuncié que esta especie de ensayo consistiría en “comentarios de los libros y autores que más me han influido, junto con alguna pincelada del momento, personal y social, en que los leí”. Propósito que he cumplido rigurosamente hasta ahora. Pero, de pronto, al encararme con el autor siguiente, me encuentro con que la cosa no va exactamente por ahí.

En efecto, puedo decir que De Amicis o Papini o Goethe han influido decisivamente en mi evolución intelectual y personal. Pero no creo que pueda de decir que, de la misma o parecida manera, me han influido Borges o Musil o Thomas Mann. Entonces ¿por qué los he incluido? ¿Será porque los considero entre los mejores escritores de la historia? Quizá. Pero, si es así, ¿cómo se explica la ausencia de Cervantes o Shakespeare, entre otros varios? No sé… Pero me parece que me estoy imponiendo demasiadas obligaciones, y no hay para tanto.

Solo quería anunciar a la selecta sociedad de mis lectores este mi reciente descubrimiento: que, en adelante, la mayoría de los escritores que han de pasar por aquí no lo harán porque hayan influido en mí decisivamente, ni porque los considere cúspides de la literatura universal (o quizá sí, para mí), sino porque hicieron impacto en mi corazón de lector (y, en algunos casos, en el de escritor) y nunca los podré olvidar.

Por ejemplo, Dostoyevski.

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