Mainländer II

diosEn el principio era Dios, o sea, para decirlo con palabras de Spinoza, la sustancia divina originaria. Esa entidad absoluta, única, inmaterial, no estaba contenida ni en el tiempo ni en el espacio, si es que esto es pensable. Idéntica a sí misma, no siendo otra cosa que ser puro, eterno e indestructible, un buen día – y perdón por el uso, metafórico, del tiempo -, hastiada sin duda de su divina perfección, decidió echarlo todo a rodar y dejar de ser. ¿Pero cómo el Ser puede dejar de ser? ¿Cómo algo que no existe en el tiempo y el espacio, algo absolutamente inmaterial y trascendente puede morir? Y entonces inventó el mundo. Es decir, su sustancia divina segregó un mundo material con su tiempo, su espacio y su multiplicidad de seres inanimados y animados, que son – somos – partículas de aquella unidad originaria, llamadas todas a perecer. El fin del Universo es su muerte, su aniquilamiento, aunque sólo sea por cumplir con el segundo principio de la termodinámica (que Mainländer había aprendido de Clausius, quien la acababa de inventar) y su consiguiente entropía. Y es así cómo Dios cometió suicidio: convirtiéndose en un mundo destinado a morir.

Es decir, y a ver si queda claro, que el Universo no surgió de un deseo de creación sino de un deseo de autodestrucción. El Universo, la “creación” toda, es el largo proceso del suicidio de Dios, cuyo inicio fue una gran explosión que dio origen a la materia, al tiempo y el espacio.

Es curioso, pero parece como si se estuviese refiriendo al Big Bang de los científicos de hoy, hipótesis que Mainländer no pudo conocer. Pero no hay que dar gran importancia a esta coincidencia ni pensar que, sólo por este hecho, su teoría queda ciertamente corroborada, pues lo del Big Bang también lo utiliza la Iglesia católica para apoyar su dogma de la creación, y es que, como saben muy bien los juristas, un mismo hecho puede servir para demostrar una cosa y su contraria.

Aquella unidad simple ya no existe. Se ha fragmentado, transformando su esencia absoluta en el mundo de la multiplicidad. Dios ha muerto y su muerte es la vida del mundo”, escribe el joven filósofo. Y esas vidas, las vidas de todas las criaturas productos de la larga descomposición divina, no aspiran a otra cosa que a acabar, a morir. Y en su lucha enconada por dejar de ser, los individuos se obstaculizan mutuamente y no consiguen otra cosa que alargar la agonía.

Por eso, el filósofo propone acortar caminos: la virginidad, para detener el cáncer de la procreación y el suicidio como remedio individual inmediato. En esto, y en otras cosas, Mainländer difiere notablemente de Schopenhauer.,

Y no sólo de metafísica y ontología trata la obra de nuestro hombre del Main, sino también de política social. Parece raro, pero más raro es aún que, contra lo que cabe esperar de un filósofo pesimista, abogue en este terreno no por alguna forma de autoritarismo, sino por un socialismo democrático.

Tiene su lógica. De hecho el razonamiento es una muestra de la claridad mental del autor, que sólo se enturbia cuando alcanza alturas humanamente irrespirables. Los seres humanos, viene a decir Mainländer, están demasiado ocupados por los problemas de la subsistencia diaria como para poder reflexionar. Y además, en su ingenuidad, imaginan que, si sus problemas cotidianos desapareciesen, alcanzarían la felicidad. Pues bien, que desaparezcan, piensa el muy astuto, que por medio de un sistema político y social adecuado alcancen todos el bienestar material que tanto desean. Entonces se enfrentarán desnudos con el vacío de la vida y comprenderán que el desasosiego y la infelicidad no tienen más remedio que la propia extinción, porque la muerte es el único destino de la humanidad y del Universo entero.

Hay que reconocer que el pensamiento de Mainländer es un todo estructurado y coherente. Uno puede imaginarse la euforia que le produciría haber concebido y desarrollado semejante artefacto. Y sin embargo, esa supuesta ebriedad no le enturbió la mente. Por el contrario, coherente y rígido como un teutón de caricatura, la noche del 31 de marzo de 1876, habiendo recibido de la imprenta los primeros ejemplares de su obra magna, hizo con ellos un modesto pedestal al que se subió, pasó la cuerda por su obstinado cuello y, con un leve movimiento de los pies, quedó colgado como claro y desagradable ejemplo de hombre fiel a sus ideas.

Llegado a este punto, me pregunto si tiene mucho sentido sacar a relucir a Mainländer en un ensayo que tenía por objeto destacar la faceta artística del suicidio. Porque basta con fijarse en el instrumento utilizado para comprender que no hay nada bello en la última acción del filósofo. La horca tiene algo de vulgar y repugnante. Nada que ver con el fino estilete del antiguo romano, que abre la vía para que fluya lentamente el rojo líquido de la vida, o con la labrada pistola del romántico, cuyo plomo certero arranca en un instante la vida, ya por el cerebro, ya por el corazón, órganos que aquella noble gente nunca supo poner de acuerdo. La soga solía ser el castigo final de bandoleros y criminales, gente ruin que no merecía ningún respeto de la sociedad. La infamia de la soga sólo era superada en la antigüedad por la de la cruz, hasta que el divino crucificado convirtió este instrumento en símbolo de la redención de la humanidad. Por otra parte, cuesta imaginar cómo podría suicidarse uno mediante crucifixión.

Pero antes de perderme por nuevas divagaciones, vuelvo al tema y a la pregunta: ¿qué tiene de artístico el suicido de Philipp Batz, llamado Mainländer? ¿Por qué razón lo he incluido aquí, entre héroes orgullosos, príncipes amantes y poetas delicados? Ya sé, la promesa. Pero, ¿por qué tuve que hacer esa promesa? Sí, recuerdo: para proponer como primer suicidio en el tiempo el del Dios que quiere dejar de ser. Pero esto quizá es sólo una fantasía de Mainländer…

Fantasía, esta es la palabra clave. La proeza artística de Mainländer no está en su suicidio (desagradable y vulgar, como hemos visto), sino en la obra que nos ha legado. Toda su vida estuvo evitando ser poeta, pero no lo consiguió. Porque no hay ninguna duda de que estamos ante un genio poético de primer orden, comparable con Hesíodo, con los autores del Génesis o con los que dieron forma a los mitos creacionistas de todos los pueblos. Y es que resulta genial, y hasta humorística, la idea de un Ente Absoluto que no quiere ser y que segrega un Universo corruptible para morir con él. Cada vez estoy más convencido de que la imaginación poética es la más alta cualidad del ser humano.

Lo malo es cuando se toma la propia obra demasiado en serio. Y es que algunos creadores, especialmente los filósofos, llegan a pensar que sus ficciones son realidades empíricas, ignorando lo que cualquier artista de verdad sabe: que todo es simbólico. Esto lo expresó admirablemente Goethe al final de su Fausto

(De Del suicidio considerado como una de las bellas artes)

22 comentarios

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22 Respuestas a “Mainländer II

  1. Muito interessante essa faceta del suicidio… Gostei muito!Obrigada pelo texto, Antonio

  2. antoniopriante
    antoniopriante

    En efecto, Samu, toda concepción de Dios es, en mayor o menor grado, antropomórfica, porque el ser humano solo puede idear a partir de lo que lleva en sí mismo.
    Paciencia, Baphomet…

    • Es decir, que para poder idear una concepción acertada de Dios necesariamente tendríamos que poseer, aunque fuese en parte, una esencia divina, ¿verdad?

      Pero la ciencia moderna parece que puede explicar empíricamente todo nuestro ser: nuestra conducta, nuestro sentimientos, el funcionamiento mecánico de todo nuestro cuerpo, incluso hay una teoría firme sobre nuestro origen natural a partir de un proceso evolutivo; ¿quiere esto decir que no hay más que naturaleza en nuestro ser? Y si es así, ¿podemos entonces asegurar que sólo podemos acertar con una idea de Dios «correcta» si igualamos a este con el propio universo?

      (Sólo podemos idear lo que llevamos en nosotros, luego para idear a un supuesto Dios «verdadero», deberíamos necesariamente llevar o poseer en nosotros mismos algo de esa esencia divina. Pero nuestro ser completo parece consistir en pura naturaleza, por lo que si finalmente somos capaces de idear al «verdadero» Dios, este debe ser equivalente a la propia naturaleza)

      ¿Se podría decir que; partiendo de tu premisa y del supuesto de que todo nuestro ser es natural, el único Dios lógicamente concebible sería el panteísta?

      Un cordial saludo, amigo.

    • Me parece muy buena su reflexión, e incluso sería o vendría a ser un fallo o una contradicción un tanto obvia a los ojos de otros, pero que a Mainländer le dio por pasar por alto, debido a su hastió de la vida, hastió que naturalmente existe y forma parte de la vida humana, más allá de distraernos y evadirle ocasionalmente. Él en algún punto del libro, menciona que hay «conocimientos que jamás podremos tocar o alcanzar», es decir, conocimientos inconcebibles por la mente humana, como perdirle a un animal que haga procesos cognoscentes como los humanos, algo que iría en contra de la naturaleza, por así decirlo, ya que los animales tienen una estructura cerebral diferente a la del humano, y por ende les sería imposible. Bien, ahora quedando claro esto, no quiere decir que nos podamos aproximar a que en efecto, existió esa unidad omnipotente, que todo lo sabía y que todo lo podía, omnipresente, omnisciente, y sin embargo por alguna razón dejo de existir para dar origen a todo lo que percibimos y a todo lo actualmente existente ¿Por qué quiso hacer eso? Jamás lo sabremos, pues como dicen, tendríamos que tener parte de esa naturaleza divina para tan si quiera indagar cuál fue su razón, y sin embargo como por ahí leí en uno de sus comentarios «pero si esa unidad también formaba parte de la naturaleza y nosotros también somos de esa naturaleza, podríamos entonces estar relacionados con ello», y tal cual, es ahí cuando viene el dilema «somos o no somos», podremos realmente algún día descifrar qué era o quién era esa unidad omnipotente, podremos descifrar sus razones? No lo sabremos quizá, por nuestra limitación natural, quizá tendría que existir una evolución humana superior, eso es lo único que se me ocurre como medio para poder comprender algunas cosas que aún no nos quedan claro, pues al final de cuentas en algún punto eramos también como esos animales a los que me refería antes, y de los cuales no tenían esa estructura y capacidad cognoscente como la que tenemos ahora, pero miren, evolucionamos y nuestra estructura cerebral también, quien sabe y en algunos miles o millones de años si todavía existimos, podamos por fin comprender o volver a esa divinidad de la que tanto se refería Mainländer y de la que se supone todos venimos por «destrucción o aniquilación propia». Puede que al final de cuentas ese ser también halla querido fragmentarse para algún día volver a ser esa unidad de nuevo, o simplemente porque se sentía solitario y quiso acompañarse de si mismo… quién sabe.

  3. Llegó Mainländer a intentar explicar cómo una entidad absoluta, única, inmaterial, una divina perfección que no estaba contenida ni en el tiempo ni en el espacio podía padecer de hastío y de una necesidad como la de querer morir. ¿Cómo es posible que semejante ente perfecto e intemporal padezca un sentimiento de hastío de su propia perfección? Es más, ¿cómo pudo sentir ni padecer nada en absoluto a partir de semejante naturaleza?

    Un saludo.

    • antoniopriante
      antoniopriante

      En efecto, eso es lo primero que a cualquiera se le ocurre preguntar. No hay duda de que esa concepción de Dios es totalmente antropomorfa. O sea, que Mainländer trasladó a la divinidad su propio tedium vitae.

      • Totalmente de acuerdo. Por cierto, ¿no son igualmente antropomorfas todas las concepciones de Dios propuestas por las diversas religiones?

      • Baphomet
        Baphomet

        Y por eso, tras pergeñar un Dios suicida, terminó por matarse también él. Como dijo Borges —con o sin razón— respecto de Hemingway: «esto lo salva en parte».

        Por lo demás, ciertos fundamentalistas de Hume deberían en tener claro ya que, para el escocés, «la idea de Dios, en tanto que significa un ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de nuestra propia mente y al aumentar indefinidamente aquellas cualidades de bondad y sabiduría.» (Enquiry, II).
        Los atributos de la divinidad, naturalmente, pueden manipularse a piacere, tal como hicieron los gnósticos, por ejemplo.

      • Baphomet, tú, como siempre, acusándome en cuanto puedes de fundamentalista.

        Te pido, por favor, que dejes de juzgarme de una santa vez. Si tienes interés en argumentar conmigo sobre cualquier tema, aquí estaré gustoso para charlar contigo; pero si lo único que vas a hacer es dirigirme reproches, y acusarme de fundamentalista, ahórrate, por favor, los comentarios: no creo que interesen a nadie salvo, quizás, a tu vanidad.

        Un cordial saludo, amigos.

      • Baphomet
        Baphomet

        No hay caso, Antonio… Te dirijo la palabra a ti y otros, no contentos con mancillar psicóticamente el foro de Schopenhauer, acuden aquí a embarrar tu blog con obviedades y afrentas en búsqueda de atención. Que Dios, en Su infinita misericordia, los perdone. Yo, no. 😉

      • Qué odio me tienes, muchacho.

        Realmente te molesta exageradamente que alguien te lleve la contraria, ¿verdad? No sé yo quién actúa psicóticamente, aquí.

        Yo no he mancillado el foro de Schopenhauer. Realmente, espero que los foreros que entran en el mismo participen y contesten a los últimos mensajes que he puesto. Y si los he escrito, es porque tengo la esperanza de oír argumentaciones interesantes, no porque necesite atención ni por otras oscuras razones (¿?)

        En fin, no voy a seguir discutiendo contigo por aquí (ni por ninguna parte). Sólo decirte que tengo la firme sospecha, de que ese malestar desproporcionado que sientes hacia mí, se debe a que te sientes internamente dolido por tu falta de capacidad para dar una buena réplica a mis propuestas.

        Pero bueno, un saludo, amigo. Y si me permites un consejo: intenta no dejarte llevar por la ira de esa manera…no es sano 😉

  4. Baphomet
    Baphomet

    IN MEMORIAM PHILIPPI

    Y así el poeta, en auténtica agonía,
    Decidió morir bajo su propia ley:
    Según declara aquella teología,
    Perpetró sin más una imitatio Dei.

    (Baphomet, anno Domini MMXIII)

    Sé que los versos dodecasílabos son una rara avis; pero no me dieron las alas para el alejandrino.
    Por lo demás, claro está, apelé al estilo —deliberadamente pedante y barroco— de un Carlos Argentino Daneri: «el cuarto [verso] francamente bilingüe, me asegura el apoyo incondicional de todo espíritu sensible a los desenfados envites de la facecia.» (JLB: «El Aleph»).

    Un abrazo.

  5. Baphomet
    Baphomet

    Creo que lo mejoré. ¿Y si borramos todos los comentarios (incluyendo este) y comenzamos desde el principio?

    • antoniopriante
      antoniopriante

      Lo siento, Baphomet, eso del eterno retorno no tiene aquí aplicación práctica. (Además, siempre me hago un lío cuando quiero tocar los comentarios)

      • Baphomet
        Baphomet

        Kein Problem! El «pulidor» obsesivo como yo, siempre lamentará no poder editar o borrar sus propios comentarios en «WordPress» y otros blogs. Será cuestión de revisar bien antes de publicar.

        ¡Te auguro un venturoso 2014!

  6. Baphomet
    Baphomet

    «el cuarto [verso] francamente bilingüe, me asegura el apoyo incondicional de todo espíritu sensible a los desenfados envites de la facecia.» (JBL: «El Aleph»). 😉

    * FDE: donde dice ‘estrofa’ debe decir ‘verso’.

  7. Baphomet
    Baphomet

    Ingeniosa broma, pero el día de los inocentes fue el 28. De hecho, no sé si estarán bien contadas las sílabas.

  8. Baphomet
    Baphomet

    Sé que los dodecasílabos son una rara avis, pero no me dieron las alas para el alejandrino.

  9. Baphomet
    Baphomet

    IN MEMORIAM PHILIPPI

    Y así el poeta en auténtica agonía
    Decidió morir bajo su propia ley:
    Según prescribe aquella teología
    Perpetró sin más una imitatio Dei.

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