Mainländer I

mainlanderNo se llamaba Mainländer, sino Philipp Batz. Nació en Offenbach, a orillas del Main (de ahí el seudónimo), de una familia de comerciantes acomodados y, como corresponde en estos casos, a los quince años ingresó en una escuela de comercio, en Dresde. A los diecisiete lo envió su padre a Nápoles para realizar prácticas mercantiles en una entidad bancaria. (Pienso ahora en Schopenhauer, también hijo de comerciante, y me pregunto si habrá alguna relación entre la burguesía mercantil alemana del siglo XIX y la filosofía del pesimismo. Seguro que esto ya lo explicó Marx en su momento, pero es que hace mucho tiempo que no voy a clase).

La estancia del Philipp Batz en Nápoles fue fructífera en varios aspectos. Aprendió a fondo el italiano, leyó con admiración y devoción a Leopardi y empezó a escribir versos tristes. Pero pronto esta vena poética sería desplazada por otra mucho más seria (según el joven Philipp). Cuenta él mismo que en febrero de 1860, examinando en una librería de Nápoles las últimas novedades, “encontré El mundo como voluntad y representación de Schopenhauer. ¿Schopenhauer? ¿Quién era Schopenhauer? Nunca había oído ese nombre hasta entonces. Hojeo la obra, leo sobre la negación de la voluntad de vivir y me encuentro con numerosas citas conocidas en un texto que era como un sueño”. Y el libro le cambia la vida. Porque en él descubre, claramente formulado, lo que ya había intuido: que la vida es un mal negocio, que es mejor la no existencia que la existencia. Pero muy pronto cree dar con los fallos del sistema schopenhaueriano, al tiempo que una extraña y potente luz, venida de no se sabe dónde, le ilumina el camino de la verdad definitiva. Y así fue cómo se perdió un buen artista (porque el artista, si es artista, siempre es bueno) y se ganó un extraño filósofo (porque de filósofos, aún siendo tales, los puede haber de los más absurdos pelajes). Pero sigamos con la biografía.

Tras cinco años de estancia en Italia, los más felices de su vida según propia confesión, en 1863 regresa a Offenbach y se pone a trabajar en la empresa del padre. Por entonces, aún no libre de sus pulsiones poéticas, escribe un poema histórico en tres partes: Los últimos Hohenstauffen. El año 1865 le resulta especialmente doloroso, y decisivo. En octubre muere su madre. Sumido en la más profunda y negra tristeza, decide abandonar la vía del arte para adentrarse en cuerpo y alma en la senda de la filosofía hasta desentrañar de una vez por todas el enigma del Universo. Estudia a Spinoza y a Kant, además de a su admirado Schopenhauer, a quien, no obstante, habrá de darle la vuelta en más de un aspecto.

En 1869 decide emplearse en un banco de Berlín, del que se hace también accionista, con el fin de reunir un capital que le permita dedicarse sin problemas a la ardua tarea que se ha impuesto. Pero, en 1873, un repentino hundimiento de la bolsa le deja sin dinero y sin empleo. Poco después, a sus treinta y dos años, pide el ingreso en el ejército, que le es concedido. Durante los cuatro meses de instrucción militar escribe la primera parte de su gran obra. A finales del 75 tiene que abandonar el ejército (había firmado un compromiso por tres años) por problemas de salud, y regresa a Offenbach. Y ahí no le ocupa otra tarea que escribir: redacta sus memorias, escribe una novela, ¡todavía! (Rupertine del Fino), y sobre todo culmina el sistema filosófico que finalmente ha de dar razón total del misterio de la existencia. La obra se titula La filosofía de la redención (Die Philosophie der Erlösung) y apareció en las librerías el 1 de abril de 1876. (continuará)

(De Del suicidio considerado como una de las bellas artes)

2 comentarios

Archivado bajo Opus meum

2 Respuestas a “Mainländer I

  1. La filosofía de le Redención, para mi gusto es tal vez el libro más sincero y más autentico jamás escrito, al leerlo en su idioma original, se inunda el alma de una paz y un consuelo inauditos que solo las almas semejantes pueden encontrar, se eleva el alma a una altura en la que todo lo demás ya no tiene sentido, y de este mundo tan representativo solo queda como un vil engaño, y es cuando realmente se empieza a vivir, o tal vez sea solo una experiencia espiritual sin medida, como la que experimentó su autor…

Deja un comentarioCancelar respuesta