Giovanni Papini o la aventura interior I

papiniA los diecisiete años de edad uno puede haber corrido medio planeta viviendo toda clase de aventuras exteriores con sus correlatos interiores, o puede no haberse movido de casa y conocer el mundo solo por lo que cuentan los padres, los maestros, los compañeros y los libros. Yo era de estos últimos.

Es verdad que la eclosión de la pubertad, con sus dudas y problemas – que en aquella época y sociedad uno apenas se atrevía a comentar con los mayores – había derribado en parte el mundo confortable del niño; derribo que ya había sido anunciado por la irrupción del enamoramiento, ocurrida hacia los diez años, todavía en plena ignorancia de lo sexual. Pero, a pesar de tan serios anuncios, el marco se mantenía intacto.

El mundo estaba hecho de una vez por todas y tenía una sola dimensión. Había que obedecer, estudiar, no hablar en clase, jugar en los ratos autorizados, creer en todo aquello que te explicaban en el colegio, incluidas las bondades del cristianísimo Franco, para ser el día de mañana un hombre de provecho, es decir, continuador del negocio de papá o profesional de prestigio (abogado, médico, arquitecto, etc).

En ésas estaba yo cuando irrumpió Papini. No sé cómo llegó el libro a mis manos. Para el adolescente encerrado en el mundo cuadriculado que acabo de mencionar, el título no podía ser más sugestivo e inquietante: Palabras y sangre. Y el contenido o, al menos, el efecto que me produjo era, no sé cómo definirlo… como una descarga continua de fusilería.

Hasta cierto punto yo ya estaba familiarizado con los relatos extraordinarios, sobre todo gracias a Allan Poe, pero aquello era totalmente nuevo para mí. Porque no se trataba de historias, como las del americano, que, por horrorosas e impresionantes que fueran, apenas rompían el límite de la aventura exterior, sino que éstas, las de Papini, parecían en verdad escritas con la propia sangre por alguien que estaba dispuesto a llevar pensamiento y emoción hasta más allá de lo posible.

El hombre que carga con la maldición de que todo lo que desea se cumple al momento; el que se constituye en propiedad de otro para que éste asuma, por él, las enfadosas decisiones de la vida; el que se condena a encierro perpetuo por sus crímenes no descubiertos, porque no espera ni cree en la justicia de los hombres; los que intercambian sus almas; el que inexplicablemente provoca la muerte de las personas que le aman; el que se pierde a sí mismo en una fiesta de Carnaval… Son algunas de las historias que dejan en el ánimo del lector – al menos, del lector que yo era – la clara sensación de que el argumento es solo el pretexto, la capa que cubre algo terrible que solo por un instante se manifiesta, como el relámpago en la noche oscura.

En la última de las citadas, por ejemplo, nos cuenta del caso del hombre que asiste a una fiesta de Carnaval, en la que, como está acordado, todos llevan el mismo disfraz de arlequín. En un momento de la confusión general se encuentra en una gran sala, presidida por un enorme espejo situado en lo alto, en compañía de multitud de arlequines idénticos a él. Quiere verse en el espejo, pero no lo consigue, no se encuentra: todos son iguales, todos se mueven igual, no hay manera de que pueda distinguirse. Se ha perdido. Desesperado, emprende un viaje en busca de sí mismo. Pregunta a vecinos, consulta a un médico, a un abogado a un policía. Nadie le entiende. Pero él sabe que se ha perdido y que su angustia le matará si no consigue encontrarse pronto. Finalmente, en la oficina de objetos perdidos encuentra un traje de arlequin sucio y arrugado. Lo coge, va corriendo hasta su casa, se lo pone, se mira en el espejo. Y entonces sí, sabe que es él. Ya se ha encontrado. Pero tiene miedo. Miedo de volverse a perder. Aterrorizado, se encierra en su habitación con el disfraz puesto, decidido a no quitárselo nunca más.

Papini es un escritor con una gran fuerza y una gran profundidad. Pero esa profundidad no se refiere a unas ideas o conceptos determinados, sino que está en su misma fuerza, en esa manera al mismo tiempo directa y poética de desnudar al ser humano y abandonarlo ante las últimas cuestiones…que quizá no tienen respuesta.

Nació en Florencia en 1881. De familia humilde, sintió siempre una vocación irresistible por el pensamiento y las letras. Ejerció de maestro y de bibliotecario. Dedicado al periodismo ilustrado, fue cofundador o colaborador de varias revistas de contenido literario-filosófico, entre ellas Leonardo, La voce y Lacerba, en las que empezó a publicar algunos de sus relatos y fue perfilando sus posiciones filosófico-estéticas, caracterizadas por una actitud inconformista, antiburguesa y nihilista. En su primera obra narrativa, Un hombre acabado, dicen algunos que el pensador anda buscando una luz nueva. (continúa)

(De Los libros de mi vida)

4 comentarios

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4 Respuestas a “Giovanni Papini o la aventura interior I

  1. Querido Antonio: Papini es uno de mis fetiches literarios, sencillamente grandioso, la fuerza de su prosa -como tú dices- siempre está intacta. Es de esos autores que no envejecen, mejor dicho, que rejuvenecen con el tiempo. Su trilogía de relatos o pesadillas o revelaciones o como quiera que les llamemos compuesta por Lo trágico cotidiano, El piloto ciego y Palabras y sangre es impresionante.

    Un abrazo.

  2. Cumprimientos Antonio. Siempre me encanta de como escribes.

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