¿Conocéis Barcelona? Es una ciudad muy mediterránea, sin ser Nápoles, y también adusta y laboriosa, sin ser Milán. A finales de otoño se alternan los días claros y soleados con otros húmedos y brumosos. Fue uno de estos días, fríos y oscuros, cuando me encontré con David Cabanes, antiguo profesor de filología en mis años de estudio en la universidad barcelonesa.
– Lo siento, pero no estaremos solos.
Porque la idea, cuando me invitó a su casa, es que sólo estaríamos los dos y Laura, su esposa.
– ¿Otro invitado? Muy bien – dije, forzando el tono de indiferencia, pues lo cierto es que tampoco a mí me hacía ninguna gracia.
– No, claro…pero es que no es un invitado muy normal. Se anuncia y viene, ya está. No te deja opción…
– Será porque hay mucha confianza.
– Sí, en cierto sentido…sobre todo con Laura. Mira, te pondré en antecedentes para que al menos sepas a quién tienes en la mesa.
Durante el rato que permanecimos en el bar y los diez minutos de camino que nos separaban de su casa – un piso señorial en el corazón del antiguo ensanche – David me explicó todo lo que creyó conveniente acerca del invitado inoportuno.
– Es cura, mosén, como se les llama aquí, ya sabes. Va a cumplir los ochenta. Nació
– Suerte que te contagió.
– No seas corrosivo Silvestre. Te tenía por un chico bueno y amable.
– Y lo soy, David. Va, continúa, prometo no interrumpirte más.
– En aquella época y entre las familias campesinas pobres, era habitual que enviasen a algunos de los hijos al seminario sacerdotal. Era una manera de asegurarles la enseñanza y la manutención que los padres no podían costear. Nuestro mosén, entonces un chaval listo pero algo concentrado, según decían, entró a los diez años en el seminario, aparentemente no falto de vocación…como después se demostró, porque un niño de diez años, ya me dirás tú. En los veranos los seminaristas volvían a casa, normalmente para ayudar a las tareas de la cosecha, aunque algunos se buscaban unos ingresos con trabajitos acordes con sus estudios, o sea, de profesores particulares. Nuestro mosén se colocó en casa de la familia de Laura, donde, en verano, pululaba una población infantil que había que controlar. Y su misión era precisamente ésa, hacerse cargo de los ocho niños y niñas de edades comprendidas entre los cinco y los doce años: repasarles las lecciones, llevarlos de paseo a alguna fuente de los alrededores con las cestas de la merienda, organizar los juegos, etc. Durante los tres veranos que duró aquella situación Laura pasó de los nueve a los doce años y el joven profesor-niñera de los dieciocho a los veintiuno, edad en que cantó misa y se acabaron las estrechas relaciones con la familia de Laura. Pero es el caso que, ya en el primer
– ¿Y la ve…os veis con frecuencia?
– A veces pasan tres o cuatro años en que no aparece. Pero últimamente ha aumentado la frecuencia. Este año ya es la cuarta o quinta visita.
– ¿Y siempre en presencia tuya?, perdona la pregunta.
– Silvestre, si lo que quieres decir es si alguna vez se han liado, la respuesta es no, rotundamente no.
– ¿Y por qué estás tan seguro? Y disculpa que haga de abogado del Diablo.
– Pues estoy seguro no sólo porque conozco a Laura, y tú dirás ¿se puede conocer a una mujer?, sino, sobre todo, porque conozco al Mosén. Por cierto, que últimamente está muy extraño.
– ¿Extraño?
– Como si una gran preocupación le embargase. A veces habla solo, o tiene largos ratos de mutismo en los que ni siquiera Laura existe para él, ah, y vuelve a llevar sotana, creo que es el único sacerdote en Barcelona…
– Bueno, serán cosas de la edad…
-Silvestre, Laura y yo vamos a cumplir setenta, así que esa expresión está de más en nuestra casa.
– Lo siento, viejo.
– Ya hemos llegado.
Faltaba poco para las tres de la tarde, pero la penumbra de la calle era ya franca oscuridad en el interior de la casa, oscuridad sólo aliviada por la iluminación mortecina de algunas lámparas. Los grandes cuadros, los pesados muebles, el pasillo relativamente estrecho por
Me ha gustad. A ver la II parte.
Bon dia, buenos días,
Me ha resultado interesante esta lectura, “El Mosén I”. Veo que tiene más partes, pero sólo he leído, como le digo, la primera, y a ella va mi Me Gusta. El asunto es que llevo levantado ya desde hora y tres cuartos y tengo varias tareas pendientes.
Espléndida jornada dominical