La gimnasia con la magnesia

borges«Para mí la democracia es un abuso de la estadística. Y además no creo que tenga ningún valor. ¿Usted cree que para resolver un problema matemático o estético hay que consultar a la mayoría de la gente? Yo diría que no; entonces ¿por qué suponer que la mayoría de la gente entiende de política? La verdad es que no entienden, y se dejan embaucar por una secta de sinvergüenzas…»

Este párrafo tan directo y rotundo tiene por autor a uno de los escritores en lengua española más oblicuos y refinados. Borges, como muchos saben. Se nota que quería dejar bien claro lo que pensaba sobre el tema, que el asunto no quedase enredado en las brumas de la literatura. Y esto es algo que muchos le han agradecido – antidemócratas y demócratas dubitativos -,  que ven ahí la confirmación de sus convicciones o la respuesta a sus dudas. Pero ocurre que un escritor, por el hecho de ser escritor, no es un profeta, ni un oráculo, ni siquiera un experto en cada uno de los temas que aborda. Entonces, es lícito preguntarse ¿tiene razón? Y no digo ya si su proposición es verdadera, es decir, si se corresponde con la realidad, cosa siempre opinable, sino si el razonamiento es correcto. Pues bien, yo creo que no, que no lo es.

Es verdad que la ciencia no puede ser sometida a la decisión de la mayoría – aunque al principio lo es, de la mayoría de sus cultivadores -, ni la filosofía, ni el arte, ni ninguna actividad que requiera formación, sensibilidad y un esfuerzo constante por ensanchar los límites del ser humano. Cada una de ellas tiene sus propios instrumentos de valoración: comprobación empírica en el caso de la ciencia, efecto estético en el del arte y… no sé bien qué en el de la filosofía.

Pero que ni la ciencia, ni la filosofía ni el arte puedan ser sometidas a la decisión de la mayoría no significa que tampoco pueda serlo la política. Porque resulta que la política no es ciencia, ni filosofía, ni arte (en sentido estricto). Y al meterlo todo en el mismo saco, nuestro admirado escritor hace trampa. O quizá, inocentemente, confunde la gimnasia con la magnesia. La política es el arte (en sentido amplio) de gestionar los intereses de todos, tratando de armonizarlos en sus aspectos contradictorios.

Otra trampa consiste en descalificar el voto democrático alegando que «la mayoría de la gente no entiende de política». Por supuesto, y me gustaría saber en qué consiste entender de política. Pero toda la gente entiende de sus intereses, y sabe o puede saber el modo de encontrar a las personas que mejor los defiendan. Y de eso trata la política. Es decir, de una cosa tan simple – aunque a veces no lo parezca – como gestionar una comunidad de vecinos.

Todos esos que comparten la opinión de Borges se olvidan de añadir qué es lo que habría de sustituir al sistema democrático. Porque, si se prescinde del voto, ¿qué procedimiento se habrá de seguir para designar a las personas mejor calificadas para gobernar? ¿La autodesignación de los que se creen más capacitados? ¿Una Escuela de Altos Estudios Políticos de la que irían manando nuestros gobernantes? ¿O quizá el genio infalible del pueblo, la nación o la raza? No sé. No lo veo claro.

O sea, que me quedo con lo que hay. Cierto que lo que hay está plagado de defectos, que muchas decisiones capitales no se toman por los cauces democráticos, que los que gobiernan no tienen el poder efectivo que dicen tener, que a veces la democracia oficial está tan desvirtuada que reclamar democracia real se convierte en un acto revolucionario. Pero esto no tiene nada que ver con lo otro. No confundamos también la gimnasia con la magnesia. O, lo que es peor, el culo con las témporas.

 

12 comentarios

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12 Respuestas a “La gimnasia con la magnesia

  1. No sé quién, pero alguien dijo que «la democracia es la más sutil de las dictaduras» Es obvio que el poder se ejerce entre bastidores. Los políticos son marionetas que, con su actuación, motivan a los espectadores para que voten más emocionalmente que con la razón. El resultado a la vista está.
    Joan (Begur)

  2. De las cosas creadas por el hombre, como el lenguaje y la política, no pueden predicarse juicios de verdad o falsedad. La lengua en sí, no es ni cierta ni falsa, pero con ella se pueden hacer dos cosas, describir o crear. Si se describe, no es la unión de palabras «piedra y otra piedra suman dos piedras» lo que se predica verdadero, ahí el lenguaje sólo hace las veces de traductor de hechos mientras la verdad reposa únicamente en las piedras, así lo diga o no el hombre. Por el contrario, cuando jugamos con cosas creadas por el hombre, significa que no estarán si no está éste para discutirlas, por lo tanto, en ellas no hay verdad o falsedad.

    La democracia en la que vivió Borges fue efectivamente un abuso de la estadísitca (compra de votos, amenazas, influencia de los medios, etc), el sólo describió hechos materializados que han dado por la intervención del hombre bajo un tipo de gobierno al que decidieron llamar democracia; en últimas, las cosas que se dan en una organización estatal de este tipo.

    Así, para concluir, no se puede decir que lo que él dijo es falso si se analiza dentro del espectro ideal de la democracia, ahí sólo hay opiniones que no son ni falsas ni verdaderas. Eso sólo se podría juzgar respecto de los hechos fruto de la democracia. Entonces te pregunto: ¿Es posible solucionar los problemas de la sociedad (hechos) mediante construcciones en las que lo válido es la injerencia de la opinión?

    • antoniopriante
      antoniopriante

      Camilo, no tengo ni idea de si «es posible solucionar los problemas de la sociedad» mediante el extraño sistema que indicas o mediante cualquier otro. Yo solo observo, describo, anoto contradicciones, denuncio falacias…y no suelo comentar comentarios tan extemporáneos.

  3. La democracia es un peligro, a veces es un camino para llegar a la dictadura, si el partido del gobierno lo desea en su primera intencion.

  4. Rafael Velazquez Leon – Venezuela – Escritor
    Rafael Velazquez Leon

    Borges y sus opiniones…

    La democracia no es lo mejor, pero todo lo demas que se conoce es peor.

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