Por qué Schopenhauer IV

(Continuación) Una novela que, en determinado momento de su escritura, me planteó un serio problema. Y es que parece que una obra, del género que sea, que trata de un filósofo, ha de aludir de alguna manera a su filosofía. Pero perro schopyo mantenía al filósofo recluido en la soledad de su apartamento, y aunque es verosímil que ahí evoque, con rabia o con nostalgia, momentos destacados de su existencia, ¿va a explicarse a sí mismo su propia filosofía, sólo para que el público lector se entere? Por suerte, había otro personaje por ahí, que enseguida me brindó la solución: su fiel perro Butz. Hecho. Schopenhauer se dirigirá a él para explicar de modo rápido y somero su sistema filosófico, poniendo además la explicación al nivel del entendimiento perruno para que así también quede asegurada la comprensión del hipotético lector. Estoy seguro de que esta ficción no le hubiese desagradado al viejo filósofo. Tan seguro estoy de ello que a veces pienso que quizá no es ficción.

De la filosofía del personaje no pienso hablar. Estoy convencido de que hay aquí filósofos y aprendices de filósofos que me pueden dar cien vueltas en el asunto. Pero sí quiero señalar un hecho, una característica no sé muy bien si de esa filosofía o de su creador. Su extemporaneidad. En tres rasgos.

Uno. Schopnehauer se proclama seguidor y superador de Kant, pero escribe su obra en un momento en que ya pocos piensan en Kant, en que el kantismo ha sido arrumbado por Schelling y, sobre todo, por su odiado Hegel.

Dos. El mundo como voluntad y representación, su obra fundamental, aparece en 1819, pero pasa totalmente desapercibida y no empieza a ser conocida y reconocida hasta más de treinta años después, en la década de los cincuenta.

Tres. Se ha afirmado, por los que afirman estar enterados de estas cosas, que la filosofía de Schopenhauer responde al pesimismo burgués, fruto del desencanto por el fracaso de la revolución de 1848. Quizá. Pero en todo caso hay que tener en cuenta que, cuando la revolución del 48, la obra de Schopenhauer tenía nada menos que treinta años de edad.

Extemporaneidad. Y en más de un aspecto. Fuera de su tiempo, sí, pero también fuera de su medio, de su ambiente. Schopenhauer nunca se sintió un filósofo entre filósofos, al menos entre sus contemporáneos. De hecho, afirmaba que sólo podía haber un gran filósofo por generación. Y no ocultaba su conclusión de que, en la suya, en su generación, ese gran filósofo era precisamente él. Es sabido que nunca practicó la virtud de la modestia. Despreciaba y atacaba a los filósofos profesionales. Aunque él mismo intentó en cierto momento y por razones económicas ejercer de profesor universitario, nunca se ahorró críticas contra los filósofos de universidad, por su servilismo hacia el Estado, principalmente, y por el mero hecho de que utilizasen el pensamiento como medio de vida, cuando el esfuerzo filosófico, afirmaba, ha de estar siempre al servicio total y exclusivo de la verdad.

Esta actitud de Schopenhauer hacia los profesionales de la filosofía ha sido ampliamente correspondida por la otra parte. Todavía en vida, su obra fue prácticamente ignorada por el mundo universitario. Y en las décadas siguientes, hasta hoy mismo, la situación no ha variado sensiblemente. Y a todos los niveles del profesorado. Un pequeño ejemplo: en la novela del profesor Gaarder El mundo de Sofía, en la que en plan didáctico se repasa la historia de la filosofía, el nombre de Schopenhauer simplemente no aparece. Para mí esto resulta tan increíble como si en una historia de la literatura europea no apareciese el nombre de Shakespeare o el de Cervantes. Para mí, claro. Pero yo no soy experto en filosofía, sólo conozco una jugada. Así que quizá el profesor Gaarder tenga razón.

Yo sólo soy un escritor, un artista, me gustaría poder decir. Y es curioso que haya sido precisamente entre los escritores (como entre los músicos) donde Schopenhauer ha obtenido su mayor y mejor cosecha. El número de literatos influidos por nuestro filósofo forman legión. Puedo citar a Thomas Mann, Pío Baroja o Borges, entre los agradecidos, es decir, entre los que no ocultan la influencia, pero también están los que no pueden negarla: Tolstoi, Turguenev, Zola, Proust, Unamuno, Azorín, Kafka, Gombrovicz, Thomas Bernhardt, y tantos otros.

Así, no es de extrañar que yo, un simple escritor, un artista, me gustaría decir, si por algún filósofo me había de sentir atraído y conmovido, no podía ser por otro que por Arthur Schopenhauer.

   FIN

3 comentarios

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3 Respuestas a “Por qué Schopenhauer IV

  1. Influencia de San Agustín y buscar la felicidad como si fuera lo positivo en el mundo? apaguen esos computadores y lean algo del mundo como voluntad y representación, y la diferencia entre la ética de Kant con la schopenhauer es abismal, ridículo ponerlas en la misma línea.

  2. TdP

    Extemporaneidad. Yo considero a Schopenhauer de forma algo distinta: como un espíritu que aún está anclado a lo medieval, al ascetismo y misticismo medieval. Por ejemplo, me parece que la influencia de San Agustín es profunda.

    Por otra parte, la influencia de Kant me parece que por lo general no se ha interpretado del todo bien. Por ejemplo, no es cierto que el kantismo a principios del s.XIX ya no fuera influente ¡Todo lo contrario! Lo que no estaba de moda entre los académicos alemanes eran las conclusiones a la que llegó Kant ¡Pero todos usaban la ciencia trascendental de Kant para justificar lo que decían!

    La conclusión que había llegado Kant (y por eso Kant es un filósofo fundamental) era que las ciencias modernas eran incapaces de alcanzar el conocimiento metafísico y con él revelarnos los secretos del mundo, de la vida… de la existencia. Por ejemplo, las ciencias modernas serían incapaces de explicarnos si el mundo ha tenido o no un principio y si tendrá o no un final.

    Los idealistas alemanes, en cambio, creían que sí; que las ciencias modernas podrían abrazar el conocimiento metafísico a través de una fenomenología, o incluso a través de un lenguaje estrictamente formal y apriori (lo que será más tarde la lógica de 1º grado) -Gödel en 1933 descubrió cuan equivocados estaban los idealistas del s.XIX y cuanta razón tenía Kant; pero este es otro tema.

    La cuestión es que Schopenhauer entendió de Kant que las ciencias empíricas eran incapaces de darnos conocimientos universales, eternos y verdaderos sobre el mundo. Entendió que toda verdad empírica es provisional, aparente y llena siempre de errores y lagunas; que nuestras leyes de la naturaleza siempre serán, tarde o temprano, reemplazadas por otras acaso más precisas y profundas y así, ad eternam.

    Precisamente el pesimismo o nihilismo de Schopenhauer proviene de este descubrimiento: que las verdades de la ciencia moderna no son auténticas, sino aparentes… y como todo lo aparente el conocimiento empírico estaría atado a la fugacidad, al cambio, al conflicto permanente, a la incesante discusión, al devenir eterno, sin hallar jamás un punto absolutamente firme, cierto, irrefutable. Schopenhauer «entendió de Kant», pues, que la ciencia moderna debería ser considerada un tipo de engaño humano, ciertamente muy útil y efectivo, pero siempre engañoso e ilusorio ¡Nunca real!

    Este juzgar y valorar la ciencia moderna como mentira y engaño conlleva implícito profundas connotaciones morales. Sobretodo para aquellos «pobres» espíritus que han sido adiestrados en el cristianismo; pues una de las leyes morales fundamentales del cristianismo dicta: mentir y engañar es pecado, y el pecado conlleva el mal. Sólo la verdad salva y es buena, proporcionándonos «la vita beata» -Luego los cristianos añadían fraudulentamente esa embustera ecuación que dicta: Cristo es la verdad… e inmediatamente se presuponía que «la fe en cristo salva» (en fin, estamos ante lógica barata).

    Schopenhauer con gran inocencia se mueve siempre bajo esta lógica moral barata. Bajo la estela de Kant entiende que el mundo que nos enseñan los sentidos y que nuestro pobre entendimiento pecador intenta y desea comprender y explicar es siempre falso, aparente, engañoso, ilusorio… Ergo, es malo.

    De aquí que Schopenhauer defendiera que la ciencia moderna era incapaz de salvar a la humanidad, y al mundo, como pregonaban todos los abanderados de la modernidad (la ilustración), creyendo que a través de la comprensión de las cosas sería posible saber cómo actuar para alcanzar una vida, plena y feliz ¡Una vida moral!

    La ciencia moderna para Schopenhauer se convierta en mala: un artilugio creado para el hombre incapaz de alcanzar jamás la verdad liberadora, mientras nos muestra el mundo en un lugar más misterioso, caótico, fugaz, desolador de lo que en realidad es. Sin embargo esta inmoralidad, agrega entonces Schopenhauer, la ciencia moderna es la puerta que nos llevara a la verdadera salvación. ¿Cómo?

    La propia ciencia moderna nos haría ver a la larga que de por sí es mala, puesto que engaña al alimentarse constantemente de mitos y falacias creadas por la imaginación humana con el fin de manipular bajo la ciega y rapaz voluntad de convertir cuanto se experimenta en algo que nosotros podamos comprender. Así habrían surgido las artificiales nociones de trayectoria, energía, punto etc ¡Estaríamos serían meras metáforas explicativas y no realidades!

    Gracias a la ciencia moderna, dice Schopenhauer, el hombre sufriría una transformación interior sin parangón: se daría cuenta de que toda pretensión de explicación y comprensión resulta banal y fútil: por más cosas que lleguemos jamás a comprender y explicar no por eso dejaremos jamás de ver la vida fugaz, tormentosa, llena de enigmas, lagunas y oscuridades. La ciencia moderna, su tecnología, su industria, sus estudios sobre el mundo jamás resolverán el gran problema moral de la vida: que la vida que experimentamos y comprendemos SABE siempre fugaz, con lo cual al final, por más que estudiemos e investiguemos, por más que experimentemos, por más que luchemos… terminaremos perdiéndolo todo ¡Muriendo como individuos!

    En efecto, para Schopenhauer el destino de la ciencia moderna sólo es encender la frustración en nuestros corazones para con respecto a nuestras ambiciones experimentales, nuestras ansias de comprender y explicar, nuestros deseos de entender y optimizar de qué modo nos relacionamos con el mundo, con la sociedad, con las demás personas, los animales, las plantas… Y una vez despertada esta DESILUSIÓN la humanidad descubriría el verdadero sentido de la vida: seguir una vida ascética, retirada, solitaria, contemplativa, budista… la que según Schopenhauer seguiría el genio (el santo).

    En fin, ni creo que se haya entendido el origen del pesimismo de Schopenhauer (una lógica moral barata), ni el tipo de vida que él propone con su filosofía al considerarla la forma de vida auténtica.

    Buff… vaya rollo 😉

    Es decir, se da cuenta que todas las verdades de la ciencias empíricas en realidad no son verdades auténticas, eternas, inmutables, sino verdades aparentes o provisionales y como tales, están siempre sujetas a revisión. Por ejemplo, con Kant se anticipa que la ley de Newton es provisional e ilusoria; que nuevas experiencias sobre el mundo nos enseñarán más tarde o temprano otra ley más precisa que la de Newton, aunque también provisional e ilusoria y así ad infinitum. Con lo cual, a través de la ciencia moderna nunca podremos resolver los misterios del mundo, de la vida, en fin, de la existencia.

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